La belleza de un atardecer, una sonrisa sincera, un reencuentro inesperado, son situaciones en las que podemos gozar de un instante de felicidad que durará tantas veces como rememoremos. La felicidad es un modo especial de ver la vida; es la capacidad de maravillarse y sorprenderse por cuanto nos rodea. Igual que los niños disfrutan de cada descubrimiento y son capaces de sorprenderse una y otra vez por las cosas que les rodean, los adultos podemos conectar con esa parte de nosotros mismos que nos ayudó a conocer el mundo y a aprender sus más nimios detalles. El mundo es una fuente inagotable de sorpresas que hace que la vida sea una aventura digna de ser vivida. Disfrutar de los pequeños momentos es sembrar la felicidad en nuestro interior pues, cuando nos sentemos a recordar, todos esos instantes de dicha volverán a ser vividos por nosotros y nos devolverán otro nuevo instante de alegría. Las personas que han vivido una existencia plena no han llevado una vida de constante alborozo y alegría; simplemente han sabido captar en cada momento la esencia que lo hace único e irrepetible y han disfrutado mientras acontecía. El paso del tiempo demuestra que finalmente recordamos lo más sobresaliente de nuestras vidas, y ahí están siempre esos pequeños momentos, instantes aparentemente insignificantes que guardaban dentro de sí destellos de felicidad. Una sencilla comida en buena compañía, un paseo agradable, un momento de risas, son suficientes para despertar los buenos recuerdos y nos enseñan que la felicidad muchas veces consiste en disfrutar de los pequeños momentos. #AmorYPaz #Momentos
Una foto publicada por Rosa Lopez (@185rosalopez) el 5 de Ago de 2016 a la(s) 11:38 PDT
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